LA MAYOR VICTORIA DE CATRIEL. LA PEOR DERROTA DE MITRE
Por Walter Minor
Walterhistorias@gmail.com
A finales del otoño de 1855, se consumaba una de las mas trascendentales victorias indígenas, en el memorable combate de Sierra Chica.
Allí, las fuerzas de Juan Catriel, apoyadas por Cachul y Calfucurá, vencieron al inmenso ejército comandado por Bartolomé Mitre, quién debió escapar de noche y a pie, llegando al Azul, el día 2 de junio de 1855.
Allí, las fuerzas de Juan Catriel, apoyadas por Cachul y Calfucurá, vencieron al inmenso ejército comandado por Bartolomé Mitre, quién debió escapar de noche y a pie, llegando al Azul, el día 2 de junio de 1855.
Fue una de las derrotas más dolorosas
sufridas por el ejército nacional en toda la historia, que tuvo gran
repercusión en los diarios capitalinos, máxime, porque Mitre en una de sus “fabulosas”
arengas, se había hecho responsable de cuidar “Hasta la última cola de vaca de la
provincia”.
El siguiente, es el resumen de este
recuerdo, que formará parte del libro que estoy escribiendo sobre Catriel,
así que espero que sea del agrado de todos.
Después de Caseros
Después de la
batalla de Caseros (3 de febrero de 1852), que significó la caída del régimen
Rosista, la frontera interior del país se vio alterada por una serie de
acontecimientos lamentables.
Las
huestes de los caciques Catriel y Cachul, que estaban asentadas en las
inmediaciones de los arroyos Azul y Tapalqué, actuando como refuerzo de las
guarniciones en esa frontera, se retiraron hacia los dominios de Calfucurá en
Salinas Grandes. Con el advenimiento del nuevo gobierno, dejaron de percibir el
pago por sus servicios, provocando un profundo descontento, que terminó con
los tratados de paz que habían
formalizado y mantenido durante todo el gobierno de Juan Manuel de Rosas.
A
partir de marzo de 1852, los nativos retornan a los malones, que ya parecían
solo un recuerdo y destruyen una estancia de Tapalqué (hoy Olavarría), atacan Bahía
Blanca y asaltan la Fortaleza Argentina.
Nacientes poblados como los de Rojas,
Junín, 25 de Mayo, Tapalqué, Bragado, Azul, Tandil, Bahía Blanca y Carmen de
Patagones, quedan indefensos ante el accionar indígena.
Para sumarle mayores problemas a todo
lo comentado, 11 de septiembre de 1852, Buenos Aires se rebela contra Urquiza y
se crea el Estado de Buenos Aires. Valentín Alsina asume el gobierno. El
comandante Hilario Lagos se subleva en Luján, al frente de un ejército de
gauchos sitia Buenos Aires.
El 22 de enero de 1853, este ejército,
fue derrotado por el General Gregorio Paz en
las proximidades de Chascomús, cayendo prisionero su jefe, el Coronel
Pedro Rosas y Belgrano. Las fuerzas se dispersan y en su retirada, los indios
atacan la Estancia
Casallares (Hoy Alvear) y matan a sus pobladores. El Coronel
Campos se refugia con sus hombres en las sierras y es capturado por el Comandante Aguilar.
A todo esto, Los indios, bajo el mando
de Juan Catriel, vuelven a sus primitivos asentamientos rotativos, ahora en las
cercanías de Sierra Chica y el arroyo Nievas, mientras que Cachul lo hace sobre
la Laguna Blanca Chica y el Cerro de la China.
El hábil araucano comprende la ventaja de evitar a un enemigo poderoso y se limita a invadir la campaña de Buenos Aires.
Al comenzar el año 1855, El Gral.
Urquiza presidía la Confederación,
Pastor Obligado gobernaba en la
Provincia de Buenos Aires y
como Ministro de Guerra se desempeñaba Bartolomé Mitre.
Traslado del pueblo de Tapalqué
Emilio Mitre |
Derrotado
Rosas, las autoridades nombran de inmediato a los nuevos jueces de Paz. En
Tapalqué, se designa a Joaquín Lacarra (1852 – 1854), el cuál no tuvo mayores
inconvenientes para desempeñarse, pues este período fue de relativa
tranquilidad en la zona. Sin embargo, al ser puesto en funciones Ezequiel
Martínez el 19 de febrero de 1854, la situación cambió notoriamente.
Al evaluar el poco progreso que había
concretado Tapalqué en sus 20 años de existencia, Martínez, encabeza una
petición de los vecinos para trasladar el pueblo “a las puntas del arroyo
Tapalqué”, distante unas ocho leguas al sudoeste, en el sitio que ocupa en la
actualidad la ciudad de Olavarría.
El petitorio elevado obtiene una respuesta
positiva por parte del gobierno y se decide enviar al agrimensor Ludovico D'Horbourg para buscar el mejor lugar, donde instalar el nuevo asentamiento.
Los nativos, que leían los diarios y
además tenían sus informantes, se enteran aquella intención de invadir su
espacio y el cacique Catriel le ordena al Juez de Paz, Ezequiel Martínez, que
llegue a sus tolderías para darle explicaciones sobre esa decisión. Martínez se
niega rotundamente y entonces Catriel lo secuestra.
El suceso provoca gran temor en la campaña,
logrando que el periodismo se haga eco y los legisladores critiquen la
pasividad de las autoridades.
La presión determinó que el gobierno
designara al Ministro de Guerra y Marina Coronel Bartolomé Mitre, para llevar a
cabo una ofensiva que terminara con Calfucurá y su Confederación nativa.
Preparativos
El 7 de mayo de 1855, desde Buenos Aires,
con destino al Azul, parte el comandante
Emilio Mitre al frente del regimiento de infantería 2 de línea. Allí lo
esperaba el coronel Martínez, quien dispuso que el comandante Villar
concentrara en Santa Catalina a todas las fuerzas disponibles en aquella plaza,
que ascendían a 250 hombres ( 160 coraceros, 50 Guardias nacionales y un grupo
de indios del cacique amigo Maicá).
A mediados de mes, Bartolomé Mitre se
traslada al Azul para dedicarse personalmente a concretar el plan de ataque que
había pensado. El mismo comprendía un ataque por sorpresa a la toldería de
Catriel, impidiéndole la salida hacia el desierto, mediante la intervención del
Coronel Laureano Díaz, quién vendría desde el fuerte Cruz de Guerra con un cuerpo expedicionario, formado por los
soldados del mismo fuerte, la mitad de las guarniciones de los fortines Ángeles
e Ituzaingó y toda la reserva de Bragado.
Una vez reunidas las fuerzas, con tres caballos por hombres, debía atacar
las tolderías de Cachul, situadas sobre la laguna Blanca Chica y luego sumarse
al ejercito de Mitre.
.
La marcha
Juan Catriel |
El día 25 de mayo el coronel Díaz, se pone
en marcha, con la orden de atacar el día 30 a Cachul y unirse a Mitre, para
lograr terminar con Catriel en Sierra Chica.
Mitre, por su parte, sale desde Azul el 27
de mayo al oscurecer, al frente de una columna de poco más de 700 hombres.
Las tropas avanzaron Arroyo Azul arriba,
plegándose en el camino varias partidas de paisanos con sus tropillas; esa noche
la columna marchó siete leguas y acampó detrás de una cadena montañosa. En ese
punto permanecieron escondidas todo el día 28, donde fueron avisados que Cachul
había llegado a los toldos Catrieleros con sus soldados de lanza, ya que al día
siguiente tendría lugar un gran
parlamento.
Al oscurecer se volvió a marchar, dando un rodeo
de ocho leguas para llegar a la punta de la sierra grande de Tapalqué, dónde acamparon
en una quebrada, sin comer, pese al frío.
A las 11 de la noche llegó la columna, cerca
de las nacientes del arroyo Tapalqué, donde la caballada bebió, luego de 24
horas sin hacerlo.
Luego de descansar en el lugar, él ejército siguió
avanzando, pero al poco tiempo de costear
el arroyo, el baqueano aseguró que se hallaban a poco más de una legua de los
toldos, por lo que Mitre ordenó desmontar y permanecer silencio hasta
aproximadamente las seis, hora en que amanecía e iniciarían el ataque.
Las primeras luces del día trajeron la poco
grata realidad de que el baqueano se había equivocado y aún faltaban dos leguas
para llegar a Sierra Chica.
Este tropiezo le significó forzar una hora
más de marcha y ni bien llegadas a la zona de conflicto, las tropas de infantería,
caballería y milicias, fueron formadas en tres columnas paralelas para iniciar
el ataque, apoyados por las huestes de Maicá.
El combate
El ejército de Mitre llegó a la cima de la
sierra, tras la cual se hallaban los toldos de Catriel y Cachul. Los nativos, apurados por la
circunstancia, se reunieron rápidamente en la costa del arroyo cuando Mitre dispuso
iniciar el ataque, que fue bastante desordenado.
A pesar de eso, la sorpresa fue un aliado en
el primer momento, logrando el ejército, apoderarse de una gran cantidad de
caballos, aunque el arreo de los mismos y gran parte de las milicias que se
dedicaron al saqueo, aprovechando el repliegue indígena, hizo que los nativos reaccionaran
y contraatacaran con todo su poderío.
Este combate resultó favorable a Catriel y
Cachul, sufriendo el ejército varias bajas entre muertos y heridos.
El fuego de los fusiles espantó a la
caballada quitada a la tribu y en la estampida se llevaron tras de sí a casi
toda los caballos de infantería y los de reserva que aún se conservaban,
quedando el ejército, prácticamente de a pie.
A eso de las nueve y media de la mañana, todavía
no había noticias de la llegada del refuerzo que vendría desde la Laguna Blanca
Chica. Por lo que Mitre decidió subir a la cima de la Sierra para actuar a la
defensiva, hasta que aquellos llegaran.
Los Catrieleros, mientras tanto, amenazaban
con atacar a cada momento, hasta que cercano a la caída del sol se sintió un
lejano cañoneo que renovó las esperanzas de Mitre y su gente, creyendo que se
trataba del auxilio. Lamentablemente para ellos, las fuerzas de Calfucurá se
habían interpuesto en el camino y aquella columna nunca llegaría a destino.
Mitre entendió entonces que la derrota era
un hecho consumado y que lo único que quedaba era salvar la vida de quienes
seguían luchando, por lo que iba repeliendo las pequeñas escaramuzas y
alimentándose como podían
El día posterior fue igualmente terrible
para el ejército, ya que al oscuro final que se avecinaba, se le agregaba el
cansancio y una llovizna constante que calaba los huesos.
Las pequeñas guerrillas continuaban y el
hostigamiento hacía mella en la moral del ejército.
La huida
Bartolomé Mitre |
Sabiendo que durante la noche los catrieleros
darían el asalto final, apoyados por los indios de Cachul y Calfucurá, Mitre
trazó un plan de huida en la tarde. El mismo consistía en dejar armadas dos
tiendas de campaña, abandonar en el
sitio casi todos los caballos que aún quedaban y activar el fuego con grasa,
para que durase mucho tiempo.
La acción tenía la finalidad de crear la
imagen de un campamento efectivo que cubriera la fuga, la que finalmente se
efectuó a pie y en un sepulcral silencio.
A las tres de la mañana estaban las tropas en
el arroyo Nievas, donde fueron montando dos jinetes sobre un caballo, llegando de
esa forma a las ocho de la mañana al Azul.
Aquella dolorosa derrota del Gobierno, fue
un triunfo inmenso para los nativos, por el contenido político y además, por
haber quedado en una posición inmejorable para hacer prevalecer sus
condiciones.
Tras aquella caída memorable, Mitre diría:
“El desierto es inconquistable”.
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