viernes, 23 de junio de 2017

BASILIA: EL MARTIRIO DE UNA HIJA DE LAS PAMPAS

Un bisnieto cuenta como fue cautivada y mutilada a los cinco años en Tapalqué por un terrateniente, tras la caída de Rosas en 1852


Walter Minor
walterhistorias@gmail.com

1915: Basilia y su esposo Luis Carestía
Muchas veces el cúmulo de información que soporta el lector de parte de los historiadores es difícil de digerir. En el tema de la lucha entre blancos y nativos, están los que se etiquetan como “pro indígenas” y todo lo que provenga del otro bando es atropello y violación.

Por otra parte, quienes siguen la vieja línea conservadora del civilizado y el bárbaro, justifican cualquier cosa con tal de no cambiar nada.

Lo real es que a medida que el tiempo pasó y las dos culturas se juntaron, el nativo fue perdiendo la inocencia e inclusive parte de sus costumbres, mientras que el blanco, conservó las suyas e inculcó lo peor a estos.

Podríamos discutir muchas horas y tal vez no llegaríamos a ningún acuerdo, pero lo real es que hay un gran trecho recorrido entre el nativo que se cruzó por primera vez con los conquistadores y el que fue absorbiendo el rencor, el odio y hasta las malas artes a través de los años.

Por este motivo, estimo que el análisis de cada acontecimiento hay que hacerlo por períodos de tiempo y no “metiendo todo en la misma bolsa”. Sin totalitarismo.

Real es que el nativo cuenta con la desventaja de no haber dejado nada escrito y eso dificulta mucho sus posibilidades de defenderse históricamente, pero por contrapartida, tal vez encuentre su mejor abogado en la imposibilidad de conquistar posesiones ajenas, por la simple razón de que eran ellos los dueños de todo el territorio incluso el usurpado que era considerado como línea de frontera..

En este punto nos detenemos, tenemos en claro que el indígena era, sin ninguna duda, el dueño de la extensa llanura, pero reconociendo que el tiempo distribuyó buenos y malos de los dos bandos. En este contexto pasamos a relatar un impresionante testimonio que nuestro amigo Julio César Carestía, de la ciudad de Tapalqué, nos describe sobre su bisabuela Basilia, una adorable mujer indígena a quien le robaron su infancia de la peor manera.


 LA CAMPAÑA HASTA LA CAIDA DE ROSAS

Luis  (hijo), con su esposa

Ahora vamos a pintar un poco el panorama y decir que hasta la derrota de Pavón, Rosas había gobernado durante un largo período y se había ganado el respeto de gauchos e indios. Continuamente entregaba caballos y ganado (así lo demuestran los documentos), procurando que el nativo se integrara a las tareas agrícolas y ganaderas. 

Si su plan tenía éxito, el nativo rotaría de nómada a sedentario en un período de tiempo considerable, pues estaría obligado a establecerse para cuidar de sus animales y siembra. Una vez logrado esto, sería fácil continuar con la creación de pueblos sin recurrir a ningún exterminio que liberara la zona, puesto que en posesión de territorio propio y el sustento asegurado con su propio trabajo, el deambular debería terminar en algún momento.

Estos párrafos extraídos del libro Rosas y los Indios, cuya autora es Irma Bernal, certifican (DOCUMENTADAMENTE), que los nativos estaban en proceso de integración, cosa que muchos autores descartan u omiten.
En 1833, el comandante de Tapalqué escribía a Rosas: “El cacique Raylef es hombre de mucho juicio y laborioso, tiene una chacra bastante grande de maíz, porotos, zapallos, papas y otra porción de cosas  y sus indios casi todos trabajan y ningún vecino de Azul se queja de él”

“El cacique Llanquelén  que fue a asentarse a Junín, también puso especial empeño en el cultivo, llegando a tener una quinta de dos cuadras. El y sus indios sembraban maíz, zapallos, sandías, duraznos y otras variedades de plantas.”

Como vimos en estos ejemplos (hay más), ya había algunos caciques que con su gente se habían establecido definitivamente, mientras que otros trabajaban en estancias y el resto continuaba como lanzas de apoyo para el ejército nacional.

Pero esta paz duró hasta que el ejército brasileño, las tropas del sobornado Urquiza y los Unitarios, derrotaron a los Federales en la batalla de Pavón. Inmediatamente a ese acontecimiento, los guerreros nativos que habían peleado en el ejército de Rosas se dispersaron, quedando el resto en los lugares en que tenían sus pertenencias.

Lo que sucedió con los nativos de Tapalqué (Y NO DICEN LOS LIBROS), lo cuenta Julio César Carestía a través de los recuerdos de su bisabuela Basilia:


DOÑA BASILIA, UNA HEROÍNA DE LA PAMPA

Por Julio César Carestía (descendiente)

Julio César Carestía: bisnieto de Basilia
Mi bisabuela, Doña Basilia (Peralta por adopción), nació junto al prado del fortín de Tapalqué en el año 1847. Era hija de progenitores etnia Het (pampas antiguos), Querandí y Pehuenche, padre y madre respectivamente.

Mis mayores dicen que después de la batalla de Caseros, en 1852, derrocado Juan Manuel de Rosas, un frío amanecer de invierno, tropas invasoras armadas conducidas por Peralta, partidario de nuevo régimen Unitario, atacaron en forma sangrienta  y por sorpresa  a los ocupantes el asiento aborigen, ubicado junto a la margen izquierda del arroyo, sito a la altura de la hoy estación Altona, dando muerte a los indefensos nativos de la toldería, incluidos los padres de Basilia. Al momento de producirse los hechos su madre solo tenía dieciocho años y fue degollada sin compasión.

En aquel momento la pequeña Basilia de apenas cinco años, partió secuestrada por la familia Peralta, el cual fundó su estancia en tierras de los ancestros de la niña.

En su largo cautiverio le fueron mutilados los talones para impedirle la fuga.

Su adolescencia transcurrió en una estancia de crianza cerca de Las Flores (entre los parajes de Campodónico y Velloso). Posteriormente siendo algo así como criada redimida, formó su familia junto Luis Carestía Friscoletti, inmigrante del noroeste de Italia, que había llegado a estas praderas empleándose para desarrollar tareas con el ganado equino. De dicha unión nacieron dos hijas mujeres (María y Rosa) y tres varones (Aniceto Claro, Luis Pedro y Camilo).

Esta guapa y sacrificada mujer falleció en 1955 de muerte natural a la edad de 108 años, en casa de una de sus hijas, en la ciudad de Avellaneda.

Basilia fue una mujer muy sana. Enérgica, de buena estatura y porte erguido.
Al final de sus días conservaba intacta su dentadura y todo el cabello entrecano. Era de escasas palabras. Sufría mucho los entredichos de sus hijos y esto le daba mucho miedo. En tales circunstancia hasta llegaba a esconderse en la quinta de su hija Rosa de Gómez, en localidad de Lobos.

 pasados los noventa años acarreaba leña y preparaba astilla con el hacha, Su hijo Luis hábil con las manos trabajando el cuero, le elaboraba  el calzado especial (por suavidad y tamaño), para sus pies mutilados.

Recuerdo que Abuelita solía mencionar un refrán indígena pampa, que terminaba más o menos así: ……el peor enemigo nuestro es la desconfianza.


COMO ERA EL DESTALONAMIENTO

plantas de los pies mutiladas (no son de Basilia)
Voy a interrumpir el relato de Julio para hacer una acotación que creo valedera.
Como vimos, degüello y muerte fue el destino para estas personas indefensas, cuyo único pecado había sido establecerse para sembrar y criar ganado. La excusa de un alineamiento político servía para apoderarse de propiedades que luego dieron origen a  grandes fortunas y al consiguiente "prestigio social".

A los jóvenes y niños no los mataban porque eran mano de obra útil y gratis, entonces eran reducidos a servidumbre. Esto, a pesar de que en los papeles y solamente en los papeles, la esclavitud se abolió en 1813.

Para evitar que las personas privadas de su libertad huyeran, se le seccionaban la base de los talones. La acción consistía en cortar con una cuchilla un buen pedazo de carne de esa zona. Ese sector, una vez cicatrizado, no tenía el espesor necesario para que el mutilado pudiese correr. Si lo hacía, el dolor era insoportable y seguramente perforaría la zona al apoyarla violentamente.

Esta costumbre que se le atribuyó solamente al “indio”, también era práctica común en el “civilizado”, pero en mucho mayor medida, pues los nativos jamás mataban ni mutilaban niños, cosa que hizo Peralta con Basilia, que solo tenía cinco años.

(Peralta  tiene en realidad un conocido doble apellido de mucha influencia en la fundación de un partido costero. Omito mencionarlo, voluntariamente, respetando el expreso pedido de Julio para no crear rencores.)

DESCENDENCIA

Nuestro comentarista, Julio César Carestía, nació en 1940 y es el primer bisnieto de Doña Basilia.
Descendiente directo de Luis Pedro Carestía, un criador y cuidador de caballos pura sangre y elaborador de aperos para la caballada, que luego de retirarse de la actividad fue comerciante en Tapalqué; casado con Carmen Paternostro de cuales nacieron seis hijos: José E. casado con Hilda E Sabbatini; Luisa B. c/c Lucio E. Livio; Carmen c/c Delfino Álvarez; Otilia c/c Cholo Vazzano; Astilbe c/c Raquel Brelles; Alcides c/c Chichi Bruno nieta de Don Nico Bruno. Esta lista totaliza 6 nietos, 17 bisnietos 93% nacidos en Tapalqué y más de 45 tataranietos, solamente de la línea directa de Luis Pedro Carestía.


UN BISNIETO DE ORIGINARIOS Y EL 12 DE OCTUBRE

Ya finalizando nuestro encuentro, Julio se toma un tiempo para reflexionar sobre las injusticias que ya llevan muchos años y dice........

Y otra vez 12 de octubre.... ahora del 2011....

¿Y el Cnel. Nicolás E. Granada que?...

Para nada es motivo de orgullo llamar a la plaza principal de Tapalqué Adolfo Alsina. Este señor fue el protagonista, tristemente célebre, de haber impulsado en 1876 la ejecución de La Zanja divisoria entre cristianos e indígenas que permitió así anexar casi seis millones de hectáreas fértiles, para pertenencia del usurpador blanco.

Un poco más o un poco menos, todos nuestros “ilustres” predecesores, aunque de distintos bandos siempre jugaron en contra de los nativos. Así lo hicieron Colonialistas, Militares, Federales, Unitarios, Conservadores, etc.

Saludo ser nacido en Tapalqué. Este suelo palpitará por siempre y sus venas son el pedregoso y manso arroyo que surca esta pampa. Suelo y aguas son testigo de injusticias, dolor y padecimientos sufridos, por los seres originarios, sin que jamás llegue el día de gloria para ellos.
 ------------------------------------------------
 Sentados y de anteojos, Don Nico Bruno y su esposa; quintero y comerciante de Tapalqué, su actividad mercantil consistía en trasladar en carros mercadería y vicios desde Olavarría, que luego en Tapalqué vendía por mayor. En la época activa contaba con familiares de Olavarría que gestionaban y arreglaban el paso por territorio indígena.




1 comentario:

Verónica Martinoia dijo...

El libro de la Escuela 25 formando parte de este blog. En sus páginas se analizan y describen parte de hechos históricos trascendentes para nuestro lugar y que tienen vinculación con nuestros orígenes. Gracias Walter por haber trabajado desinteresadamente en la reconstrucción de la historia fundacional de nuestra escuela.

Publicar un comentario